Imagen: Prebenjamín "C" - Temporada 2006/2007 |
Aunque se puede extrapolar perfectamente a cualquier otro deporte, lo trataré desde el ámbito futbolístico. Y es que el deporte rey es el que más pequeños deportistas junta año tras año. Con ilusión, los más jóvenes se calzan las botas de lunes a viernes para entrenar y los fines de semana para disputar el partido de su competición de turno. Con ellos, un entrenador que, en muchos casos, no es consciente de la gran responsabilidad que tiene. De él depende no sólo la progresión futbolística del menor, también la adquisición de unos valores que, generalizando, son cada vez más complicados de encontrar en los deportistas de base.
"Yo no estoy aquí para educar, que lo hagan los padres". No, usted también está para educar, para transmitir valores y para hacer del joven futbolista una buena persona. A veces, los que nos dedicamos a esto del fútbol base, nos olvidamos de que estos pequeños son personas antes que futbolistas. Es por eso que el entrenador debe cuidar mucho su manera de actuar. Se debe convertir en un líder y en alguien al que sus jugadores admiren. Se debe hacer respetar y tiene la obligación de sacar el máximo de su equipo, pero en ninguna ocasión es legítimo el uso autoritario y déspota de su poder.
El todo vale para ganar, la presión constante y la exigencia desmesurada pueden provocar una dura caída y pérdida de la ilusión del joven deportista por crecer y disfrutar de su deporte favorito. Dejemos que se equivoquen, corrijamos sus errores, exijamos, enfadémonos con ellos si bajan la guardia. Pero nunca olvidemos el tan necesario refuerzo positivo y, en especial, que estamos tratando primero con personas y luego con futbolistas.